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Suzanne Valadon y su retrato de familia sin filtros

Una escena doméstica poco convencional inmortalizada en óleo.

Suzanne Valadon y su retrato de familia sin filtros

En el óleo titulado Portrait de famille (Retrato de familia), la artista francesa Suzanne Valadon se muestra tal cual es: irreverente, orgullosa y desafiante ante los moldes tradicionales de su época. Esta obra, que puede verse en el Museo d’Orsay de París, va mucho más allá de una escena doméstica. Es, en realidad, una declaración de principios.

Valadon aparece junto a su madre, su esposo André Utter y su hijo Maurice Utrillo. Pero basta con mirar dos veces para notar algo peculiar: su hijo y su marido tienen edades similares. Y es que André era nada menos que el mejor amigo de Maurice, y 21 años menor que Suzanne. Cuando se casaron, ella tenía 44 y él apenas 23.

La vida de esta familia fue cualquier cosa menos convencional. A falta de un padre oficial para su hijo, Suzanne aceptó que Miquel Utrillo, un amigo íntimo, le diera su apellido a Maurice. El joven creció en medio de excesos y caos emocional, pero acabó convirtiéndose en un pintor bohemio y maldito, símbolo del Montmartre de principios del siglo XX, aunque durante años no logró vender ni un solo cuadro.

En el París de aquellos días, la prensa y los círculos artísticos los bautizaron como la Trinidad maldita. Cada miembro representaba un eslabón excéntrico de esta peculiar familia: la madre viuda y lavandera que se ve al fondo del cuadro, curtida por la vida dura; el joven esposo artista, atractivo y vital; y Maurice, abatido, lidiando con el alcoholismo y la inestabilidad mental.

Pero sin duda, quien da carácter a esta escena es Suzanne. Se muestra segura, casi desafiando al espectador, como si dijera: “Sí, esta es mi familia, y si no le gusta, puede mirar para otro lado”. Su vida fue tan libre como escandalosa. Llevaba siempre un manojo de zanahorias, alimentaba a sus gatos con caviar los viernes y tenía una cabra en su taller para que se comiera sus dibujos fallidos. Así de literal era su forma de deshacerse del arte que no le convencía.

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Lejos de la imagen clásica de “familia feliz”, este retrato nos presenta otra forma de amor, de convivencia y de arte. Una donde los vínculos no siguen reglas y donde el caos se convierte en inspiración. Porque, en palabras no escritas pero bien pintadas, Suzanne Valadon no buscaba encajar. Solo quería vivir y pintar a su manera.

Con información de HA!

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